El derecho a ser incluidos o la obligación de ser inclusivos
Por Gianfranco Polastri, Country Manager Mastercard Perú y Bolivia
Durante los últimos años hemos venido escuchando sobre la necesidad de tomar decisiones y actuar para desarrollar una verdadera inclusión financiera. El último año, por ejemplo, se dio un gran paso al lograrse que los sistemas de pago electrónico pudieran ser indistintamente utilizados por las marcas sin importar la plataforma de adquirencia utilizada. Dicho de forma más simple, se logró que los POS puedan recibir y procesar tarjetas de cualquier marca y así hacer los pagos más fáciles, tanto para los consumidores, como para los comercios.
Hasta ese momento, se actuaba guiados – sobre todo- por la lógica económica y la voluntad de formalizar la economía para poder crecer más como país, de manera sólida y constante. Una visión comprensible para un país donde la pobreza se ha ido reduciendo de manera sostenida, producto de más de 25 años de disciplina en la gestión del tesoro público.
Hoy, la situación es distinta, estamos viviendo la necesidad de contar con un registro de ciudadanos debidamente identificados (más allá del DNI) para saber dónde se encuentran y poder organizarlos según necesidades, con el objetivo de hacer una eficiente distribución de recursos que, en estos días, son más necesarios que nunca.
El traslado de las personas hoy significa exponerlas a ellas y a los demás, al posible contagio del COVID-19 que tiene jaqueado a nuestro país y al mundo entero. E incluso en condiciones normales (sin las restricciones de la pandemia), impulsar el desplazamiento de personas de menos recursos para obtener sus pagos, también significa un gasto innecesario en transporte, energía y tiempo para los ciudadanos, que podrían realizar sus trámites en casa, a través de un celular, una computadora o un código para retiro en cajeros o agentes bancarios cercanos. Todo esto pone evidencia que el costo que conllevan las transacciones con efectivo es muy alto y que, en la situación actual, puede incluso significar la diferencia entre la salud y el contagio.
Así las cosas, la tecnología que tenemos disponible hoy, nos permite cuidarnos a través de los sistemas de pagos electrónicos que son capaces de llegar a diferentes ciudades, en solo algunos segundos y a través de un servidor tan común como un smartphone. Sin hacer que la gente tenga que moverse y generando un inmenso cambio en la vida de los que menos tienen.
En las últimas semanas, según el último estudio de Mastercard, los consumidores peruanos y, en la región, han aumentado la frecuencia de sus pagos sin contacto en un 35%, resaltando la simplicidad, la higiene y la velocidad en la experiencia de pago como factores que impactan el uso.
Imaginemos por un momento que hubiéramos logrado que una mayor cantidad de peruanos hubieran tenido una tarjeta para transacciones electrónicas que les hubiese evitado tener que trasladarse, a veces atravesando la ciudad, para conseguir el bono solidario establecido por el gobierno. Las cifras de afectados por la pandemia serían mucho menores sin duda, pero eso ya no lo podemos cambiar. Lo que sí podemos es trabajar y tomar en serio la necesidad de incluir financieramente a más peruanos. Trabajar para que más familias accedan a los sistemas de pago electrónicos, sin que esto genere una contingencia.
Eso no lo vamos a resolver por los caminos habituales, debemos ser más creativos de lo usual, romper esquemas y salir de la caja. Atrevernos a proponer soluciones diferentes, disruptivas, enfocados en la meta y resolviendo los caminos para llegar a ella. Desde nuestra empresa estamos trabajando en un proyecto de inclusión financiera para la población altamente afectada por el COVID19, el cual consiste en poder dar acceso a los programas de beneficios sociales, proporcionando al Banco de la Nación soluciones eficientes para el ecosistema de medios de pago y así poder atender a más de 3 millones de personas.
Incorporar 3 millones de peruanos al sistema económico electrónico sería un gran paso hacia una mayor formalización de la economía. El logro de esta meta obligaría a plantearnos nuevos desafíos y ser capaces de mantener a la mayor cantidad de estos nuevos usuarios dentro del sistema, haciéndolos parte de los beneficios y evidenciado las ventajas que esto provee en su vida cotidiana al reducir costos, tiempos de desplazamiento y disposición de efectivo, con todos los riesgos que esto conlleva.
En conclusión, hoy más que nunca, toca esforzarnos como sistema para lograr la mayor inclusión financiera de nuestra sociedad, aprovechando la tecnología para hacer la vida más fácil y digna a las familias y a la vez ayudarlos a optimizar el uso de sus recursos eliminando costos innecesarios. Buscamos evitar, desde nuestro campo de acción, la imagen de las infinitas colas en las que muchos arriesgan su bienestar para cobrar un beneficio que les corresponde.
Nos hemos demorado como país para ponernos a la altura de las necesidades de un mundo moderno y a pesar de los avances en muchos rubros, nos falta mucho en inclusión financiera. No esperemos otro desastre para avanzar y ser verdaderamente solidarios.